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Las diversas posibilidades de la Renta Básica Universal (Conceptos redefinidos para los momentos de cambio)

By mayo 15, 2020No Comments

Dadas las circunstancias presentes, los modelos económicos están al borde de un cambio radical que no sabemos todavía exactamente hacia dónde virará. Lo cierto es que la pobreza aumentará como ya lo está haciendo, el desempleo también está teniendo un repunte que no se había visto en decenios, y más temprano que tarde vendrá la hora de preguntarnos cómo es que pretendemos delinear los nuevos modelos económicos, y para entonces habrá un sinfín de preguntas que aunque no pretendemos resolver, al menos pretendemos analizar y poner sobre la mesa; y será gracias a las diversas lecciones que nos ha dado la historia que podremos referir hasta dónde las soluciones posibles pueden o no ser viables o generar más bien problemas que más tarde la misma economía nos pudiese cobrar.

Uno de estos grandes tópicos que empiezan a dar vueltas en los escritos y en las conversaciones económico políticas de altos rangos es la posibilidad de la Renta Básica Universal. Esta propuesta, contrario a lo que pudiese pensarse, tiene muchos siglos de ser probada y además en algunos casos se ha institucionalizado o se ha anulado porque su implementación no ha funcionado. Pero ¿cuáles son los pros y contras de este concepto y en qué consiste de manera esencial?

Esta iniciativa fue propuesta primeramente por Aristóteles quien la considera una forma de darle libertad al ser humano, esta idea quedará grabada en el ámbito humanístico y quien la rescatará será Thomas Moore en el siglo XVI quien en su texto Utopía habla también de la importancia de tener ciertos ámbitos de igualdad y libertad; después para el siglo XVIII fue Thomas Paine quien lo propuso como un derecho de todos los ciudadanos y como parte de una indemnización por uso de suelo de los ciudadanos franceses.

Como tal la Renta Básica Universal consiste en un ingreso periódico para cada ciudadano pagado por el Estado y son las autoridades fiscales las que se aseguran de un ingreso equitativo para cada ciudadano y esto ayuda a aminorar las diferencias sociales.

Este formato fiscal ha sido usado por varios países a lo largo de los siglos y en algunos casos ha funcionado en cuestiones de equidad ciudadana pero también en otros el fracaso se ha debido al debilitamiento del ciudadano como ente productor de trabajo.

A ellos se han unido otro tipo de argumentos como por ejemplo el cuestionamiento al ámbito educativo que bajo este esquema deja de tener fortaleza como base del avance técnico y laboral, y a la vez el hecho de que la dificultad para encontrar trabajo se decide por calificaciones educativas.

Esto es comprobable en el hecho de que las personas con menos calificaciones educativas encuentran cada vez más difícil obtener un ingreso adecuado en las economías avanzadas.

En referencia a la cantidad y naturaleza de los cambios en la demanda laboral se evidencia porque los porcentajes se decantan contra los menos calificados.

Por otro lado, la caída de la demanda de trabajadores menos calificados no es directamente proporcional a la mitigación de la desigualdad económica, lo que implica que la marginación económica de los menos educados es una característica ineludible de la sociedad postindustrial y que la idea de que los países se enfrentan cada vez más a una elección entre más desigualdad salarial o más exclusión estructural del mercado laboral no parece confirmarse.

El problema tal vez sea que sigan existiendo barreras prácticas para brindar a las personas las habilidades iniciales correctas a nivel educativo, así como la mejora continua. Cambiar el perfil de habilidades de la fuerza laboral no es tan simple.

Algunos países tienen mucho más éxito al proporcionar a los segmentos menos talentosos de sus poblaciones habilidades, conocimientos y credenciales que valen algo en el mercado laboral. Pero no se sabe por qué este es el caso. E incluso si uno pudiera identificar rápidamente todos los factores que distinguen a un buen sistema educativo de un sistema menos adecuado, es poco probable que los cambios organizativos y culturales requeridos se puedan hacer rápidamente.

Parece ser que por la experiencia de diversos países algunos sistemas de seguridad social han demostrado ser más adaptativos frente al cambio económico y social de lo que a menudo se reconoce.

Sin embargo podríamos decir que mayormente, el problema de la educación, de las desigualdades no forzosamente monetarias, y en el caso del presente, anterior a esta pandemia, los instrumentos económicos que de igual manera abrieron una brecha entre quienes más y menos tienen, pasaron a ser aún más profundos que aquellos que se diluyeron en años anteriores, sin embargo, cuando hablamos de Renta Universal tras esta crisis, probablemente el desafío sería encontrar las maneras para combinar los fenómenos migratorios, los desafíos de la ciudadanía, los cambios incluso epistémicos en los roles de la educación y el contraste con el mundo del trabajo que hoy amerita otro tipo de habilidades e incluso las economías que aunque globales no son equitativas.

Será bueno generar estudios importantes acerca de esta que ha sido la idea que tantos siglos hemos rondado pero que hoy por hoy tendríamos que volver a poner sobre la mesa con nuevas reglas y nuevas necesidades que en realidad son desafíos de este momento disruptivo.

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