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Eso que llamamos educación

By marzo 13, 2020No Comments

Hace poco analizábamos el futuro del trabajo y de la mano de este cuestionamiento viene siempre
la siguiente duda que es cuál es el futuro de la educación.

Forbes publicó hace algún tiempo una entrevista a RubénVizcaino quien considera que los ejes
fundamentales que deberían configurar la educación del futuro tendrían que ser: fomentar la
curiosidad y el interés en los estudiantes, personalizar la enseñanza, preservar y fomentar la
creatividad, aprender durante toda la vida, diseñar nuestra propia educación, compatibilizar la
enseñanza de contenidos con la de habilidades, y la enseñanza de la felicidad.

Si estamos considerando que el trabajo tendrá cambios radicales en los próximos decenios, éste
será también el caso de la educación y empieza a ser fundamental preguntarnos cómo es que
cambiará y en referencia a ello preparar el terreno para el futuro; el nuestro, el de nuestros hijos,
el de nuestros aliados,, nuestros estudiantes, el futuro de nuestra humanidad.

Podríamos empezar por preguntarnos qué es exactamente lo que generó la creación de
universidades y qué es lo que hoy nos es esencial en el ámbito educativo pues es justamente en
estas reflexiones que podremos respondernos y con ello tener no sólo una idea clara del tema sino
también alguna propuesta que con el tiempo, pueda ser de ayuda para la historia de las ideas
educativas, económicas e incluso socioeconómicas.

La enseñanza como tal aparece en la antigüedad y dependiendo del país y la cultura a la que
podamos referirnos los sistemas han sido muy variados y sumamente interesantes. Los egipcios,
los griegos, la India, el mundo prehispánico, todas las altas culturas han tenido sistemas de
enseñanza- aprendizaje, y todos ellos fueron distintos unos de otros.

La idea de “Universidad” como hoy la conocemos, e incluso su desarrollo hasta el presente tiene
su nacimiento en la Edad Media y es ahí donde se resuelve su camino que va desde el mundo
religioso hasta el mundo enciclopédico. Lo cierto es que siempre las universidades y la idea de
conocimiento, enseñanza, pedagogía en general ha tenido cambios según el contexto político y el
“estado”al cual pertenecen. Incluso el siglo XX que tuvo distintas acepciones de la idea de
educación y de universidad que fueron totalmente renovadoras, tuvieron como motor la
revolución industrial y el surgimiento de los dos sistemas políticos dominantes de la segunda
mitad del siglo pasado.

Sin embargo, o a pesar de todo, la aparición de la burguesía también llevó a intensificar la idea de
que la universidad era un “privilegio” sólo digno de unos cuantos. De la misma manera que
algunos países de occidente perpetuaron esta idea, hubo otros que conservaron el modelo
renacentista de transferir el conocimiento de los distintos oficios para que los pupilos en algún
momento tomaran el lugar de sus propios preceptores o iniciaran nuevos estilos generando
nuevos talleres y nuevos oficios también.

Lo cierto es que ya entrada la revolución industrial el cuestionamiento acerca de qué es la
educación, qué son las universidades y si debieran mantenerse o no en la misma línea que lleva
siglos construyéndose, es válido para el tiempo presente.
Es una pregunta que es vigente y debemos contestarla o contestarnos hoy.

Indagando en las distintas respuestas de varias disciplinas, en general encontramos dos maneras
de abordar este cuestionamiento, la primera que asume que la idea de universidad está
totalmente fuera de todo tiempo presente, dado que las tecnologías nos han rebasado y el tipo de
preparación necesaria para insertarse en el mundo laboral requiere de la enseñanza-aprendizaje
de nuevas tecnologías y no los clásicos tópicos que se han estudiado durante siglos en las
universidades occidentales; La otra acepción del tema asume que las humanidades sobre todo,
que son aquellas que brindan habilidades blandas (aquellas que le permiten al ser humano actuar
de manera efectiva en distinto contextos), se han vuelto vitales para la supervivencia del género
humano en el mundo laboral.

Ambas posturas se vuelven importantes y una no niega la otra si nos orientamos según la realidad
económica global. La actualidad como se nos presenta hoy exige habilidades técnico científicas y
habilidades blandas, con lo cual entendemos que el ámbito académico no debe desaparecer pero
sí que, más temprano que tarde, las necesidades del mercado empujarán a una nueva manera de
abordar lo que hoy llamamos educación, y especialmente lo que entendemos como educación
universitaria.

La formación humanística nos habría de preparar como seres humanos capaces de aprender
constantemente habilidades propias de nuestro presente y a la par la formación tecnológica
tendría que dirigirse al mundo laboral según la especialidad en la que estemos interesados. En
síntesis, una educación más allá de aquella que opone la especialización temprana vs. la
especialización tardía.

La dirección de los tiempos nos lleva a un mundo un poco más equilibrado, menos tenso y con
mayor flexibilidad. ¿No es acaso una manera de optimizarnos aprender un oficio y a la vez
comprender cómo lidiar con las relaciones humanas?
En el transcurso de más de 25 siglos hemos polarizado demasiado nuestras demandas y nuestras
necesidades; es tiempo de de equilibrar un poco la balanza y entender que los cambios de igual
manera suceden en muchos casos a pesar de nosotros. También en ello debemos ser flexibles y
propositivos.

El mundo no nos espera pero nosotros podemos observar sus necesidades y adelantarnos a
controversias que irremediablemente sucederán; la educación, es una de ellas. Tal vez la más
importante.

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